UN OLOR DE DIOS
La inhalación de pegamento por parte de niños pobres en Birmania se está haciendo algo frecuente. Viven en situaciones de extrema necesidad y abandono. Es el caso de un niño de 14 años que perdió a su padre, fue al colegio sólo hasta el quinto curso.
Su madre dio a luz hace unos 10 días y la familia tiene que pagar una deuda de 30.000 kyats (37 dólares). No tienen dinero para comer y comenta:
como no tenemos suficiente dinero para pagar la deuda, inhalo pegamento para olvidar el asunto. Prefiere comprar una lata de pegamento por medio dólar “porque si compro un bote puedo estar sin comer nada durante un día entero, y de ese modo, se desvanecen todas mis frustraciones, incluso no siento dolor si alguien me golpea durante una pelea. Me siente bien cuando lo inhalo".
Uno se pregunta dónde está Dios en estas situaciones, y si la lectura de la Biblia resuelve estas situaciones. “Tuve hambre, y me diste de comer” es la frase bíblica, pero es letra muerta si no la ponemos en práctica. “Dejad que los niños vengan a mí” es otra frase que todos conocemos, creyente o no creyentes, pero los niños cada vez están más solos. El niño pobre esnifa pegamento para olvidar el hambre y las frustraciones. Y el niño rico esnifa videojuegos para matar el aburrimiento y también olvidar sus frustraciones. Al niño de Birmania no le llegó ningún libro religioso porque dejó el colegio en el quinto curso. Al niño rico no le llegó la Biblia porque su cerebro es un videojuego sin contenidos. Dios nos ha dado el mundo y a los hermanos como iguales e hijos de Dios. Nuestra culpa es haber llegado a un mundo así tan desigual. Y nuestra responsabilidad ante Dios es devolverle un mundo igual y mejor. Que la Biblia llegue a todos es vocación nuestra. La Biblia es un consuelo, una esperanza, una respuesta, un arma contra la frustración. Tenemos que dar de comer al que tiene hambre, y sobre todo proveer de la Palabra de Dios a los pobres de espíritu, a los niños esnifadores de pegamento o de vídeo juegos, para que entre en ellos llegue a su interior el olor de la esperanza y el olor de Dios.